15/5/09

Dejarnos Llevar

La vida es corta y no la aprovechamos, pero no es por falta de tiempo… si tuviéramos una vida de 1000 años seriamos iguales, o incluso peores creeríamos que podemos dejarlo todo para mañana que tenemos tiempo para poder hacer todo lo que queramos, y finalmente seguiríamos sin hacer nada, sin disfrutar de la vida… sin hacer aquello que nos hace felices, sin poder disfrutar de cada momento como si fuera el último y lo más difícil de aceptar es que aunque todos los sabemos no hacemos nada por cambiarlo.
Esto me lleva a pensar en todas las cosas que serian diferentes a día de cambiando un “y si lo hubiera hecho…” por un “no me arrepiento de haberlo hecho”. Pero del dicho al hecho hay mucho camino y lo peor es que nunca se puede saber sin probar antes. Me retracto, si se puede saber pero no se puede sentir, experimentar. El mejor ejemplo para esta teoría del sentimiento enfrentado al conocimiento son los actos carnales. Me podrían explicar con todo lujo de detalles como es un beso, que textura tiene al compararlo con otras cosas, que reacciones químicas y fisiológicas desencadenan en el cuerpo e incluso que determinantes sociales y afectivas lo desencadenan. Aun así cambiaria toda esta información por el más corto de los besos.
Pues un beso es más que un acto… es la expresión de placer entre dos personas de estar juntos… cada acto tiene el valor que queremos darle, las cosas toman el significado que nosotros queremos darle. Esto es una de las cualidades que poseemos y la cual no utilizamos para hallar nuestra felicidad. Dándole demasiado valor a las cosas sufrimos el inevitable dolor de perderlas pero si no lo hacemos nunca podríamos disfrutar de su incalculable valor personal para nosotros. El secreto de la vida está en saber equilibrar las consecuencias de nuestros actos imponiéndoles el verdadero valor que tienen y no más o menos… dejarnos llevarnos por el rio que a todos nos conduce al mismo lugar…el mar y así a lo largo del rio recoger las vivencias que el mismo nos da sin necesidad de ir a contracorriente, pues es de esta necesidad de nuestra necesidad de ir a contracorriente de donde sale nuestra frustración e infelicidad de no conseguir lo esperado.

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